Wednesday, July 27, 2005

El tiempo...

Acostumbrada a la presión incesante de la oficina, a hacer mil cosas al mismo tiempo y durante todos los días y a un jefe obsesivo que me hacía sentir que el aire y yo éramos uno mismo... ahora que dispongo de todo el tiempo del mundo... siento que no hago nada aunque no pare.

Subo y bajo, voy y vengo pero digamos que no tengo una disciplina -todavía-...cómo me cuesta!, no suelo ser disciplinada. Si acaso ahora he conseguido serlo en mis alimentos -después de años!- y en nada más.

El trabajo de la casa cada vez me resulta más cotidiano, sin dejar de considerar el tiempo que demanda y el trabajo y cuidado que implica. Menuda cosa eso de ser ama de casa! Por otro lado, la casa tiene un especial encanto... siento un enorme disfrute de tenerla limpia, de preparar la comida de poder "regalarle" eso a mi compañero, esas cosas tan simples que todos damos por un hecho y son una bendición: la ropa limpia, comidita, atención...

Ahora valoro la magia de preparar de comer, de transformar los alimentos en un platillo delicioso -o no- es como un regalo que puedo dar todos o la mayor parte de los días.

Aún creo que estoy más acostumbrada al trabajo de oficina, sin embargo, ahora me rehuso regresar a un trabajo así. Demando más de mi tiempo. Sé que necesito disciplinarme -empezando por la tesis- pero creanme que también es maravilloso sentirme una hoja al viento que va a la suerte de lo que el día requiera.

Esta libertad está increíble! me siento muy felíz, y mi tranquilidad es invaluable -igual que el no tener colitis!-

Monday, July 18, 2005

... y pese a que ella siguió conversando, por un momento sintió que se extraviaría en el filo de sus ojos más atentos al movimiento de sus labios que de sus palabras...

Monday, July 04, 2005

Mario

Sin nada en particular más que el deseo de salir de casa, Mario salió con dirección a la estación del metro más cercana. Parecía más un acto mecánico que una acción intencionada.

Al llegar a la estación Chapultepec, luego de un breve camino de quince minutos, bajó la escalinata, caminó frente a los aparadores de las tiendas que se encuentran antes de los andenes haciendo caso omiso de ellas, además, a esa hora estaban cerradas. Por fín llegó al andén que lo conduciría a Observatorio, esperó que llegará el metro, lo abordó y una vez estando dentro cayó en la cuenta que no sabía para qué había tomado esa dirección.

Hacía seis meses que había fallecido su esposa y por primera vez en ese tiempo, hacía el intento -inconciente pero al fin intento- de regresar al lugar donde por cinco años habían convivido. Sin duda un paso tan difícil que era mejor hacerlo mecánicamente para evitar el dolor de decidir si regresar o no..., si el peso de los recuerdos no aplastarían la rutina que hasta el momento se había construído y lo enviarían de regreso a la estación "depresión" que tan bien conocía.

No se dio el tiempo de reconsiderar y continuó en dirección a Observatorio, al llegar, bajó del vagón, caminó hacia los camiones y tomó uno que lo conduciría al pueblo de Cuajimalpa. Viajó durante espacio de media hora, bajó del camión -que extrañamente iba casi vacío- justo en la esquina de la tienda donde solían comprar el pan recién salidito para el desayuno.

Sintió que un nudo le subía por la garganta hasta ahogarle las lágrimas que durante seis meses habían permanecido agolpadas, no pudo llorar..., no se lo permitía, sabía que si lo hacía no habría vuelta de hoja y nuevamente el peso del pasado le caería como un mal presagio que no lo dejaba salir ni moverse. Si de por sí le había costado tanto trabajo llegar hasta ahí...!

Al llegar frente a la que fuera su casa y la de Juana se dió cuenta que únicamente quería probarse que podía vivir con eso..., que podía vivir con los recuerdos y hasta convivir con ellos. Que los recuerdos y las viviencias lo acompañarían toda su vida, o lo que le quedara de ella.

Hizo un esfuerzo para no llorar nuevamente pero esta vez no pudo evitar que el nudo en su garganta se desamarrara y lo sentara sobre la banqueta más cercana. Levantó sus manos y se cubrió el rostro, esta vez lloró como un niño, no tuvo conciencia del tiempo, la perdió..., la noción y a Juana..., la vida se la arrebató de un cáncer de mama tardíamente detectado.

"La vida", pensó:"cómo nos da, nos quita.... y finalmente... me quedé sólo, sin ningún hijo pinche Juana!, ni eso me dejaste cabrona. Te fuiste y me dejaste sólo, sólo como un pinche perro..."

Pasaron dos, tres, cuatro horas..., hasta que terminó de maldecir, de idolatrar, de prometer, de blasfemar sin conseguir más que calmar su llanto pero no su pena ni el dolor interno que sentía, pero el haber dicho tanto le hacía inclusive, sentirse un poco más ligero.

Caminó nuevamente para tomar el autobus frente a la tienda, otra media hora de viaje. De regreso a la estación y hasta Chapultepec.

Al llegar a Chapultepec nuevamente sus pasos se volvieron mecánicos y retomó el camino a su cuarto en la San Miguel. Nada del otro mundo, ni mayores comodidades, lo necesario para pasar los días en la soledad de su corazón reticente.... por el momento y hasta que el dolor afloje. Mientras tanto podía seguir viviendo, caminando mecánicamente y hablando estrictamente lo necesario para no ser ni amable ni descortés.