Sunday, August 22, 2004

Breves femeninas

Amiga, creo que habrá que buscar el momento para vernos y al calor de uno tintos platiquemos de nuestras vidas.
Despúes de la divertida fiesta que finalmente agarramos el viernes, me la he pasado todo el fin de semana de reventón. Esta vez, a diferencia de siempre, tuve claro desde el principio que necesitaba un poco... perderme, dejarme llevar por la fiesta, y sin querer la fiesta estuvo puesta! Me enrrolé con el amigo de un amigo, de aquél que siempre quizo y nunca se le hizo, andar conmigo.
Debo confesarte que el hecho de reventar sola con hombres, que ya extrañaba, le hizo todo el bien del mundo a mi ego y mi vanidad, en todo momento me sentí muy cómoda conmigo y con mi cuerpo. Sentía que brillaba! pero esta vez te digo, no fue como antes que por el hecho de que "ellos se enamoraran -por lo menos eso me decían- de mí, yo me convencía a mi misma de que yo también y me enganchaba en ese rollo...
No, esta vez, estuve perfectamente conciente desde el principio -e inclusive por momentos me resultaba entre halagador e incómodo- que yo era una suerte de trofeo al que le estaban apostando para ganarse y ganó el que me miró fijamente y me dijo que me quería ver más.
Eso me seduce sabes...? la creatividad, el magnetismo... lo malo es que me dura dos segundos, si acaso más, antes no, antes me quedaba ahí, tú te acuerdas, todavía hasta hace dos años, yo estaba creidísima de mi historia: "enamorada y dejándolo todo por el güey, que al final resultó un fiasco!"
Empecé creyendome creer que podía intentarlo, salir con él, tratarlo, conocerlo como hace la gente normal, no tirármelo como acostumbro yo. Que bueno, antes lo hacía con los que me gustaban, ahora como estoy poniendo mis límites para dejar que se me acerquen, pues agarro parejo y simplemente lo usé, tenía ganas de coger y me aproveché de que el tipo estaba deslumbrado -cómo lo ves?- disque por mi guapura, ja,ja,ja, en fín amiga.
Nunca le había pedido perdón a Dios a media cogida pero me sentí tan vacía, tan... como hombre: utilizadora..., que pobre no se si de él o de mí, porque al final, esa es la manera más rápida que tengo para termianr rapidito con todo posible intento de cercanía, de relación y hago mierda todo para que si ellos no salen corriendo primero, pues salga yo dejándolos hechos unos perfectos pendejos, sin ninguna explicación, ni ninguna nada. Como almejas: abierto!, como tantas veces me han dejado a mí...

Alejandra, 23 años.



Tuesday, August 10, 2004

Amenazante cercanía

Viajaba con su amigo de años, viejos compañeros de la universidad, de "pedas" y reventones hasta el amanecer sin que nunca hubiera nada más que amistad. Hasta que sucedió sólo en una ocasión -que ambos prefirieron ignorar por el malestar que les causó-.
Pasaron unos días después de haber tenido sexo sin llamarse como acostumbraban, con una sensación extraña en cada uno, de arrepentimiento más no de culpa, pero al cabo, volvieron a ser los mismos compañeros de siempre. Ninguno de los dos dijo nada.
En ocasiones había una tercera incluida: Camila, amiga de ambos, que pese a no ser reventada como ellos, los acompañaba de vez en cuando formando un trío arrollador.
Para Daniel, resultaba muy halagador estar con las dos, ya que si de por sí Lorena sola era muy atractiva y jalaba muchas miradas -masculinas y femeninas incluidas- de envidia y deseo, las dos juntas eran algo espectacular. Ambas eran muy guapas y simpáticas, divertidas e inesperadas y elocuentes hasta marear. Parecía como si estando juntas se hicieran más fuertes. Eso sí, aunque amigas como hermanas, Camila y Lorena eran muy distintas y eso hacia que la combinación resultase aún más excitante para cualquiera.
Hacia muchos años –casi nueve- que Daniel vivía en la playa y las últimas dos veces que se habían visto los tres, ellas habían ido juntas a visitarlo.
En esta ocasión, Lorena y Daniel viajaban solos. Daniel venía saliendo de una larga relación de pareja que aún le tenía muy atormentado. Inclusive ya en dos ocasiones les había llamado estando “de copas” para sentirse menos solo, o quizás simplemente para compartir con ellas su dolor, el punzante dolor que sentía aún muy adentro.
Daniel estaba atento a las historias de Lorena, quien llenaba libros imaginarios de aventuras y amoríos, todas diferentes, extrañas algunas, otras divertidas, pero todas fascinantes por el toque que Lorena les daba al platicarlas y desscribir los lugares, las situaciones, así como por el énfasis que ponía en sus enamoramientos -que en ocasiones duraban menos que semanas-. Su atención no era gratutita, buscaba entre las historias de Lorena, la explicación a su "fracaso" -como él lo llamaba- de su relación de siete años.

Preguntaba hostigante y hasta inquisidor, pero Lorena -algo molesta- le decía: "las historias, cada una es diferente...y cada uno tiene su propia historia. Para entender qué pasó con ustedes tendrías que preguntárselo a Kenia, tendrías que revisar que fue lo que tú también hiciste sabes? tu parte de responsabilidad, porque en las historias, cada uno tiene su propia historia, así es que no te compares con la mía". Al final, Daniel seguía intentando buscar más que respuestas, indicios de la negativa de su ex-mujer para siquiera hablar con él.
Lorena, guapa, extrovertida y platicadora, se iba de pronto a caminar sola por la playa o nadaba por espacios muy largos en el mar turqueza -que parecería reconocer en ella a uno más de sus peces- lo cual inquietaba un poco a Daniel, pues se sentía un poquito abandonado.
Él sabía que Lorena podía pasar más tiempo sola, sin él -a diferencia de los viejos tiempos en los que no había segundos separados-, pero que al final regresaría para acompañarlo, en parte porque Lorena sentía que de alguna manera le aliviaba un poco el peso de su dolor con su compañía, además de corresponderle por su cariño y sus atenciones.
Pese a su carácter aventurero y despreocupado -por lo menos en cuanto a amores se refería- ésta vez, Lorena parecía más racional en sus juicios y en muchos momentos se quedaba silenciosa y pensativa sin que Daniel -ni su mirada inquisitora- pudiera siquiera penetrar un poco en ellos. Esto generaba aún más incertidumbre y curiosidad en Daniel, quien se aferraba a ella como quien cree tener consigo la llave del acertijo. Lorena parecía muy fácil, amable y cálida de trato, con una cara afilada y profundos ojos negros que se sumergían en su piel canela, ahora aún más tostada por el sol. Sin embargo, de pronto era dura, intolerante y aguda en sus comentarios que entraban como agujas en el ánimo de Daniel y de cualquiera.
Daniel era parlanchín, a veces había que esforzarse un poco para entenderle porque hablaba muy rápido o muy quedo. Le gustaba emborracharse, antes por diversión o por aburrimiento, ahora para aturdir el dolor que sentía por dentro y conciliar el sueño, aunque la mañana siguiente le hiciera pagar.
De las tres noches que compartieron en ese viaje, las dos últimas fueron para Lorena una pesadilla, más por sus temores que por lo que en realidad podía suceder. Pero el recuerdo de esa ya tan empolvada ocasión y la necesidad apabullante de compañía de Daniel, la incomodaban. No dijo nada, aunque en realidad no era necesario ya que su actitud, que era como una gota de agua, permitía que Daniel estuviera al tanto de su amlestar, lo cual no evitaba que en cada ocasión le recalcara lo atractiva que era o que hiciera algún comentario sobre su cuerpo -mirada incluída- hecho que desagradaba aún más a Lorena, quien por muchos momentos sesentía como un ratón acorralado.
Esas noches Lorena y Daniel compartieron la cama, pero sólo la cama porque Lorena se podría haber caído de ella ya que dormía con el cuerto pegado a la orilla y además, ponía una almohada entre su cuerpo y el de Daniel que la "protegía" de cualquier intento de cercanía.
Por esas dos noches Lorena comprendió que si bien antes podría haberle resultado muy fácil manejar su sexualidad, ahora le parecía muy difícil expresar su cariño hacia Daniel y ser más afectuosa y cariñosa, pues la necesidad de afecto de Daniel -que pedía a gritos en esos momentos- le resultaba muy amenazante. Tenía mucho miedo -quizás más del debido- de provocar otro tipo de situación y pese a que sabía que su amistad con Daniel era lo suficientemente sólida para que se viera afectada, estaba conciente de que esta vez había algo en ella que no le permitía ni ser tan cercana ni cariñosa y que quizás, nunca lo había dido. Pensaba que quizás el que la mayoría de sus relaciones hubieran sido -casi siempre- sexualmente apresuradas era precisamente por su temor a que la "vieran", a que la "tocaran" realmente de cuerpo y alma.
A diferencia de ella, Camila era mucho más cariñosa y "querendona" con sus amigos, se dejaba apapachar y cargar como si fuesen sus novios. De hecho, le gustaba jugar a eso con ellos aunque la realidad era que tan sólo la idea de pareja le provocaba una enorme inseguridad.
Alguna vez Lorena le había dicho -intentando entenderse ella misma-: "yo creo que quizás me da tanto miedo comprometerme que me busco hombres que al final no van a comprometerse ni a quedarse conmigo y a los que sí, de cualquier manera, simplemente me los cojo, esa es la forma más rápida que tengo para deshacerme de todo compromiso, de toda cercanía y de todos ellos", a lo que Camila contestó: "a mí no me da miedo comprometerme..., me da miedo que me "vean"..."
Puede ser que sus personalidades fueran muy diferentes pero ambas compartían -además de un estilo de vida en común- el temor de que un hombre pudiera verlas, penetrar su intimidad, descubrirlas, vulnerarlas.